miércoles, 29 de enero de 2014

El porqué del mundo II

-   Siéntate, siéntate- le decía Maríalua a su madre cuando tenía tres años. Quería que le enseñara a leer. La madre siempre decía – cuando sepas leer se te abrirá un mundo inmenso delante tuya.-
Cielo en Madrid
Y Marilúa quería, ya con tres años, entrar en ese mundo. Los ojos no le llegaban para mirar la vida. Las  letras se le amontonaban todas en su cabeza y no conseguía ordenarlas. Con esta constancia no le costó nada unir las palabras, que ya conocía, a los símbolos. Cada frase que conseguía leer era una parte de este mundo que estaba empezando a conquistar. Lupe le había dicho que para comprender lo escrito había que ordenar los miles de ositos de gominolas de colores que teníamos en la cabeza.  Eran de colores distintos  y estaban desordenados. Una vez que se junten los azules con los azules, los verdes con los verdes, los podremos conocer. Cada palabra son un conjunto de ositos de colores. Cuando Marilúa entendió todas las letras, todas las palabras y luego todas las frases, se pasaba las tardes leyendo. Era la que mejor leía en su clase y la que más rápido escribía las frases. En papeles de colores la profesora colocaba frases. Para mejorar la caligrafía había que repetir cuatro veces cada una. Marilua se cansaba siempre en la tercera línea, se cansaba de la frase. La dejaba a medias y empezaba otra. Por eso, en su cajón se amontonaban las frases inacabadas, las filas perfectamente caligrafiadas a la mitad. Un día la descubrieron , del cajón de Marilúa empezaron a salir  trozos de papeles medio escritos. Los tuvo que terminar uno por uno. Aún así no entendía porqué todo en la vida había que terminarlo. La profesora, la señorita Consuelo, decía una y otra vez:
-          No se pueden dejar las cosas a medias Marilúa.-
-          Y porqué no?
-          Porque cuando se empieza algo hay que acabarlo
-          Y porqué- repetía Marilúa- si me aburro acabando las cosas
-     Pues tienes que hacer un esfuerzo. 
Esa era la palabra final de la señorita Consuelo. Todo había que hacerlo con esfuerzo. Aún así Marilúa ya sabía que sólo disfrutaba empezando proyectos pero nunca acabándolos. Su mundo sería siempre una fila de puntos suspensivos...

domingo, 26 de enero de 2014

La mosca

Mató la mosca pegando una palmada en la barra del Monterrey. Se quedó pegada a la piel, espachurrada, como las chapas que ponía en la vía antes de pasar el tren. El chirrido de la locomotora al moverse por los raíles le recordó a Marisa con sus coletas y su falda corta. Corría entre las vías y cantaba las canciones de Carlos Gardel de su padre. Aquel hombre tosco con manos gordas que lo había tirado al suelo de una torta por tocarle el culo a su hija. La palma quedó enrojecida y la mosca cayó al suelo
Dublin 

miércoles, 22 de enero de 2014

Ni Manu Leguineche ni Miguel Delibes morirán nunca

    
Fribourg. Suiza. 
Me gustaría haber vivido ese periodismo de Manu Leguineche. Ese periodismo fresco del que trae los zapatos manchados de barro. El periodista paciente que se puede sentar horas a charlar para comprender y luego trasladar el relato de la realidad ajena. El periodista que no se contamina con cifras y con intereses personales o ajenos. Este oficio, que, para mi, es el más maravilloso del mundo, se me está desintegrando como lo hace parte de la sociedad. El periodismo debería tener un único fin: el de contar la vida y el de mejorarla si es posible. Tendría que permitir abrir un hueco a la reflexión pero, sobre todo, al conocimiento.  El oficio periodístico sigue siendo vocacional pero el periodista tiene, también, la mala costumbre de comer y vestirse y estar atado a un sueldo para poder hacerlo.  Cuando un periodista no es libre pierde parte de su sentido… Y se está perdiendo la libertad. A las cadenas que tenemos que soportar de fuera añadimos aquellas con las que nos atamos nosotros mismos. El periodista es un animal orgulloso, y podo dado a la crítica. Esta es una crítica vacía porque poco se puede hacer para cambiar este camino encadenado. Delibes decía que estrenaba el mundo cada mañana. Yo tengo la sensación de que ya me lo han colocado ahí a primera hora y que sólo tengo que seguir el sendero. Con lo poco que me gusta a mi seguir senderos trazados habrá que tomar alguna determinación.  Repasando la vida de Leguineche y su obra añoro ese periodismo de bares, whiskey y cigarros. Sobre todo envidio esa vida de viajes. Decía Leguineche “ el viaje te permite escapar de tu mismidad y de sus costumbres fijas. Hay que oxigenarse, dejar de mirarse al ombligo, acercarse, con modestia, a otras culturas. Y dejar de comparar, que si mi abuela cocina mejor que aquí, que si… No somos los reyes del mambo.”

Lo bueno es que ni Manu Leguineche ni Miguel Delibes morirán nunca. 

lunes, 20 de enero de 2014

En la piel del encierro de Camile Claudel.

"Oyen esto...Es el silencio, ya se ha instalado en mi cabeza. Ahora lo que me asusta es el ruído. Cuando se viene a posar un pájaro a mi ventana. Puedo oír sus patas colocarse en el alfeizar, puedo oír como agita las alas.  Entonces el aire me habla.  Ayer me dijo que hasta él tiene libertad para interrumpir mi cabeza.  Soy una mujer sin historia, con habla pero nadie me escucha. A lo mejor es que realmente tampoco se oyen mis sonidos, por eso nadie viene a contestarme. Y , si estas palabras que yo me oigo no salieran de mis oídos?.  Pero yo existo aunque no esté nadie a mi lado, y puedo hablar aunque nadie me responda. Y, ¿de que vale la vida?, aquí, rodeada de aire que perturba mi silencio. Recuperaré alguna vez la libertad, soy sólo un cuerpo atado a un muro."


CAMILE CLAUDEL: Nació en 1864, artista y musa de Rodin, pasó 23 años encerrada en un centro psiquiátrico  por su supuesta locura.  Se le diagnosticaron delirios paranóicos. Vivió los últimos años en la más siniestra soledad porque su madre pidió expresamente que no se la dejara ver a nadie. La artista, encerrada, fue muriendo poco a poco. 

sábado, 18 de enero de 2014

Lo más triste de esta historia es que es real.

Todo comienza un 10 de junio de 1944 a las dos del mediodía. Oradur Sur Glane, población media situada a 22 kilómetros de Limoges, (Francia).




     Es  una animada y soleada mañana de Sábado. Ningún presentimiento podía enturbiar esa quietud. Los niños acababan de ir a clase, las familias tomaban el café tardío tras el almuerzo y de repente se oye el ruído de un motor. Seguramente alguien mirando por la ventana dice simplemente:-mira, un alemán.- Pero no era el único, otros le siguen, un coche blindado, dos... cinco, seis, un camión, tres.... diez camiones .... se estacionan en puntos estratégicos del pueblo. Los vecinos se asoman a puertas y ventanas, se dan cuenta de que vienen con trajes de guerra, cascos, botas, uniformes de camuflaje en caqui y marrón. -¿Qué está pasando?- Se preguntan. No se muestran inquietos, pese a la guerra reinante en el país, Oradour era un pueblo tranquilo y sin importancia estratégica del centro de Francia. Por eso casi nadie pensaba en huir, aunque enseguida el pueblo fue rodeado completamente por coches y soldados. Entonces suena la alarma. Todos deben reunirse en la plaza mayor, al mismo tiempo las patrullas entran en las casas e inspeccionan cada rincón. Hombres, mujeres, niños, viejos, no hay excepción. Los escolares, dóciles, se dejan llevar en fila, todos menos uno: el pequeño Lorrain de ocho años se esconde en el jardín y se convierte en el único que se salvó de los 206 niños que había en el colegio de Oradour. Una vez el grupo formado empiezan las separaciones : por un lado las mujeres, y los niños por el otro los hombres. Las mujeres se sintieron confiadas al verse conducidas junto a los niños hacia la iglesia. –“la casa de Dios y de la paz”, nada malo les podría pasar allí- pensaban. Tras una hora los S.S. reagrupan a los hombres en granjas en donde va a comenzar el drama.

            Desde la iglesia las mujeres escuchan el ruído de las metralletas. Sólo entenderán el horror de la masacre. Las armas automáticas tiran directamente sobre los hombres alineados en varias filas y algunos, todavía vivos, caen sobre la paja en donde serán inmediatamente quemados para continuar con su terrible agonía. Cinco hombres, sin embargo, escaparán vivos de este infierno. Todos simulan estar muertos desde la primera bala para luego arrastrarse hasta una esquina de la granja, correr hacia el campo y esperar la oscuridad de la noche. En la iglesia, tras largas horas de angustia e incertidumbre las mujeres ven abrir las puertas y piensan en su libertad. Entran dos alemanes, cierran la puerta tras ellos y colocan una enorme caja con varias mechas encima del altar. Luego les prenden fuego e inmediatamente abandonan la iglesia. Basta medio minuto para oír una gran explosión. Los niños se abrazan a sus madres -¡vamos a morir asfixiados, quemados!- Todos intentan escalar por la pared. Imposible, los torturadores están en el exterior y tirotean la iglesia a través de las ventanas. Mujeres y niños caen unos sobre otros.  La tragedia llega a su fin, pero todavía que un último paso: es necesario esconder estas víctimas del nazismo. Los soldados vuelven para reagrupar los cuerpos alrededor de los bancos y sillas y les prenden fuego. Al mismo tiempo, fuera de la iglesia, los hombres de la tercera compañía de las S.S. fusilaban todavía a gente en los campos y los lanzaban a los pozos.  Para terminar, incendio general en todo el pueblo. Desde esta tarde clara hasta el anochecer se pudo ver en el cielo una inmensa columna de humo y de llamas. Oradour Sur Glane se transformaba en cenizas.

miércoles, 15 de enero de 2014

Marilúa y el porqué de las cosas 1


             1.        El porqué del miedo.
Marilua  supo que era una niña especial el día que cerró mucho los ojos,  pensó un deseo muy fuerte y se cumplió. Tenía seis  años y todavía tenía dificultades en  atar los cordones de los zapatos. Lo hacía siempre su hermana Lupe. Ella era realmente grande, realmente sabia, realmente guapa. Ella era todo el universo de lo que quería ser y la fuente de las respuestas a sus preguntas. Sin embargo había un secreto que no podía compartir con la hermana mayor: ese don de ser automaga. En su interior había intuído que si alguien lo sabía se autodestruiría en un instante.  La automagia no se puede realizar en cualquier momento. Sólo en situaciones de conflicto. Esas en las que el mundo se rompe, en las que una  teme por la propia integridad, en la que el miedo entra dentro como si estuvieras chupando niebla. Y en uno de esos momentos Marialua se preguntó ¿ qué era el miedo ¿ porqué lo sentíamos ¿ y fue hacia su hermana la realmente grande, la realmente sabia, la realmente guapa.
Marilúa : ¿ qué es el miedo ¿
Lupe -El miedo es cuando respiras demasiado fuerte y entonces al tomar aire se forma una pompa de  jabón gigante que se va hacia el estómago y se hace grande y grande , y hay que esperar unos segundos hasta que explote dentro. A veces está más tiempo.- dijo Lupe algo pensativa con esta última acotación.- a veces…. Es difícil echarla …
- ¿ Y duele cuando explota el miedo ¿
-Solo si eres mala. Si eres buena no te duele.
A marilua empezó a crecerle una pequeña pompa, una muy pequeña con el miedo a ser mala.
-Y si eres buena y tienes miedo ¿-

-Entonces te tragas igual la pompa de jabón pero cuando se va no te duele, al contrario te sientes como si te hubieras comido un osito de gominola. 

lunes, 13 de enero de 2014

Xirafas


Quero ir á Sabana para escoitar o silencio. Alí estarei lexos de ti e de todo e de todos. Lonxe do mundo que fai tanto ruído, que me dana coas palabras. Quero sentarme na sabana a contemplar xirafas. A sentir o aire no meu pelo, ese aire seco que non fai ruído porque non ten con que chocar. A natureza en Africa é libre, e a única que non está atrapada polo home. Así me quero sentir, que ninguén me atrape. Desbotar os desexos e os medos e ser libre como o aire. Quero serenidade, que ninguén meta palabras na miña cabeza, nin xuizos de valores, que ninguén me diga como son ou como debería ser.  
As xirafas non teñen casi depredadores, só os leopardos  que aproveitan cando baixan a cabeza o chan para pillalas casi derrotadas. En Africa adeicareime a avisar ás xirafas para que non baixen a cabeza nunca, e cando o teñan que facer estarei atenta. E alertarei. Na sabana serei dona do tempo, dos meus pensamentos, dos meus desexos. Podréi pasar horas enrodelándome na área, ou no vento , cos ollos pechados, ou con eles abertos.  E Igual, na sabana nada importa porque non hai ruído, non hai voces. Non estás ti, nin ti. Marchade todos, ídevos.  Quero oir só a miña respiración e o meu peito moverse. ¿ teño que berrar para mandar a merda o mundo? ¿ teño que berrar para que escoitedes esos pensamentos  nunca vos puiden decir. ¿ para que rodearme deste branco? Eu non quero tules e coxines na miña vida que amoriguen a dor. Porque o dolor medra sempre hacia dentro  para converterse o día de mañá en cancro.

Quero ir a sabana. Ali non estarás ti para decirme o que está ben ou mal, para meterme medos no corpo. Non podrás construir o meu espazo e o meu tempo con agullas de reloxo en cuartos pechados. Na sabana o horizonte é infinito, o sol recorre o ceo pouco a pouco e cando chega a noite só desexas contemplar a lúa. Algún día poderei escapar de ti. Non sei si querendo ou non, eso teño que pensalo. Porque cando peche os ollos definitivamente quedarei na sabana acariciando área, entre árbores planos e xirafas. 

domingo, 12 de enero de 2014

Ira y violencia

    Los charcos se vacían cuando saltas doce veces sobre ellos, las piedras pequeñas vuelan más, cuando les das una patada, que las grandes, los pollos se mueren poco a poco si les das un baño de agua. Las paredes se quedan de un color amarillo cuando estrellas huevos contra ellas. La ira se va con la violencia, la rabia se evapora con el mal pero luego vuelve al cuerpo en forma sólida y ya se queda para siempre. Aquella navidad, de niño, aprendí este tipo de cosas. Aprendí que la violencia engendra violencia , que una torta provoca ganas de romper un cristal. Que la ausencia de la madre provoca ansias de matar , que la soledad hace a uno enfadarse contra el mundo. Aquella navidad fue la frontera entre el niño y el adulto. Aquella navidad con la madre muerta y el padre huido creó el resto de mi vida de una forma diferente.
Microrelato enviado a "Esta noche te cuento" en Diciembre 1012.

Sentidos.

       
No necesito más que su dedo posándose sobre él y realizando círculos acariciadores para que pierda el sentido. Su piel húmeda, caliente transmite a mi cerebro una reacción. Es como el fuego cuando encuentra un potente agente de combustión. Pero únicamente su dedo y su aliento cerca de mi boca pueden provocarme la pequeña muerte instantánea. Siempre esperaba, en ese momento concreto, mi leve  suspiro de dolor y placer.  Hoy podría saborear ese aliento y  reconocer esa piel pese a mi repentina ceguera. El ha decidido no tocar pieles que tengan los ojos vacíos. Yo deseo, más que nunca, conocer el estigma máximo del placer del tacto con un sentido anulado. No obstante  sé, que el estará en otras camas esperando mi jadeo que nunca le darán otras pieles. 
Microcuento enviado a "Esta noche te cuento". Diciembre 2012. 

La tía Ramona

En los últimos años a la tía Ramona le empezó a crecer la piel, un centímetro tras otro como las fallas bajo tierra. No se hizo visible hasta que nos dimos cuenta de que empezaba a  arrastrarla por el suelo. Tras sus cortos pasos había un manto de piel que iba creciendo como el velo de una novia. Se transformó en la vieja casada continuamente camino del altar.  La  última vez que la vi iba caminando lentamente por la carretera con un metro de piel arrastrado tras sus pies, no le pesaba, la piel arrugada era como un aire visible con pequeños poros que respiraban individualmente. El manto se extendía tras sus pasos por encima de las flores en primavera y del barro en invierno y luego desaparecía junto a su cabeza, sus manos y sus codos duros y agrietados. Vi por última vez aquella piel esparcida un 25 de septiembre, iba a la compra pero todo el conjunto de piel arrugada y vieja murió debajo de la piedra gigante y perfectamente redonda que había permanecido asomando al camino durante miles de años. Sin duda estaba esperando el paso de la tía Ramona. Nadie podía haber transformado aquel manto nupcial en que se había convertido en una masa lisa lista para enrollar y guardar en una sobria tumba.
 

viernes, 10 de enero de 2014

Mi Muralla


Dubrovnik y las gominolas de colores

Siempre me he imaginado el cerebro como una bolsa esponjosa llena de gominolas de todos los colores. Nacen dispersas en el espacio y luego se van juntando. Cuando las ideas están inconexas se vuelven a dispersar y luego cuando empieza  el orden en la cabeza ellas se colocan juntas por colores y  formas. Se unen todos los peces rojos, todas las estrellas amarillas y todos los ositos verdes. Cuando me mojaba la cabeza en agua fría más de diez minutos sentía como las gominolas se me iban juntando e incluso pegándoseme unas con otras como un gran puzzle. En ese momento veía cada idea en su sitio. Pero es tan frágil este rompecabezas que, a veces, dura únicamente unos minutos. Si tuviera que definir mi cerebro en este momento sería un burdel de gominolas moviéndose, dando vueltas y riéndose en ese caos perpétuo del orden que yo les deseaba imponer.