- No me beses.- Me había dicho la abuela.- Soy
demasiado vieja. Ya tendría que estar muerta.
-
Pero quiero besarte.-le dije.- precisamente por
eso, porque eres vieja.
-
Tu no sabes lo que es la vida. Cuando llega una edad hay que morirse. No debería ser triste. Me duelen todas las articulaciones
cuando ando. La mitad del día no me acuerdo de quien soy. Si recorro más de 300
metros no sé donde estoy. A veces no me acuerdo ni quien eres tu.
-
Yo te diré todas esas cosas abuela. Te diré
quien soy yo, te diré donde estás, lo que has hecho antes… Así no tendrás que
pensarlo tu. Y te daré masajes en las piernas para que no te duelan.
-
Sólo ayúdame a morir.
-
¿ cómo puedo hacerlo?
-
Llévame al monte en donde se mueren los viejos.
-
¿ y, donde está ?
-
Al otro lado de la montaña. Allí nos vamos todos
cuando somos muy viejos. Allí se fue mi abuela y mi madre. Allí te podrás ir tu algún día.
-
Y.. ¿ duele morirse en el monte abuela?
-
No, no duele porque esperas y la espera nunca es
dolorosa. Cuando esperas que llegue algo sabes que siempre está más cerca y
cada vez eres más feliz. Yo quiero morirme feliz.
La abuela me permitió que le
diera un último beso en la mejilla y se quedó sentada al lado de un tronco. Al
despedirme vi su sonrisa. Tenía la eternidad pintada en sus labios.