lunes, 22 de abril de 2019

Navarra. Lo esencial es invisible a los ojos.



 Nunca he podido ser la “chica de las bragas de oro” pero, durante tres días, fui la “de las botas podridas”. – Nadie daba un duro por ti.- me dijo la chica que corre. -Nadie pensó que lo podrías hacer. Venir con las botas podridas y que se te deshagan en el primer kilómetro lo dice  todo. –. Adoro la sinceridad y empecé a empatizar con la chica que corre.  El director de la expedición se ofreció amablemente a acompañarme en busca de otras zapatillas  que había dejado en el autobús. El chófer, Fran, al vernos,  se quedó perplejo y nos recibió con una sonrisa irónica: - ya vuelven dos.- debió pensar.- Esta aventura empieza a estar interesante. Las botas podridas se quedaron en un contenedor a las puertas del Parque Natural del Señorío de Bertiz. Esas botas que cruzaron parte de Francia central terminan sus días, años después, a las puertas de uno de los mayores parques naturales de Navarra. Si no se las llevaran, contemplarían 2040 hectáreas de parque poblado esencialmente por hayas, robles y algún avellano. Es un parque que nació de una forma romántica, como todas las grandes cosas de la vida. Antes de conocer la intrahistoria voy a hablar de  Koldo. No tengo la certeza de que exista, quizás sea un ser mitológico de los montes de Navarra, quizás solo salga de detrás de un tronco en busca del caminante, y nosotros éramos muchos, por eso, quizás, se quedó tres días para hablarnos de lo humano y lo divino de la naturaleza.
Koldo es biólogo y dueño de  una empresa local de interpretación de la  naturaleza después de dejar su trabajo en  la administración y de  ser nómada  en India y Pakistán. De joven huyó a un viaje en moto de varios meses, tras un desengaño amoroso.  La chica que corre le preguntó si había conseguido olvidar ese amor. Una buena pregunta, sin duda. Ella siempre tenía muy buenas preguntas y por eso yo intentaba situarme a su lado, para no perderme las respuestas. –No, dijo Koldo.- Ella siempre estuvo aquí.- respondió señalándose la sien.  Koldo, antes de empezar el viaje nos llevó a la mágica historia de la vida.  En una caja de madera llevaba trozos de mundo, del que había existido antes en aquella pradera verde: Un diente de una especie de dinosaurio, un hongo que nace dentro de los árboles, plumas de pájaros, fotos plastificadas que testimoniaban que hace miles de años aquello había sido un océano y un auténtico parque jurásico.  Ya en la historia cercana estaban Don Pedro Diga y su esposa Dorotea que compraron la inmensa finca en 1898. Como auténticos amantes de la naturaleza trajeron  al parque todo tipo de árboles y especies para hacer un auténtico museo verde. A Koldo no le pareció una buena idea.- Tiene su parte buena pero también su parte mala.- dijo.- Trajo especies foráneas que con el tiempo invaden el territorio y no permiten crecer a las propias.-  Ahora tenemos un bosque de hayas pero nos encontramos con juncos, palmeras o  cerezos japoneses. Don Pedro resultó ser un hombre inquieto y tremendamente apegado a la tierra: Construyó su residencia de verano a siete kilómetros de la de invierno. Eso sí, cuesta arriba en el monte. Hacer un poco de ejercicio fue sano en todas las épocas.  Don Pedro y Doña Dorotea vivieron dedicados en cuerpo y alma al parque. En 1949 Don Pedro lo  legó por testamento de puño y letra al Señorío de Navarra y a la Diputación foral.  Puso una condición: Conservarlo sin variar sus características naturales. Desde 1984 es Parque Natural del Gobierno de Navarra.  Está cuidado como si fuera el salón de una casa. Los pájaros carpinteros agujerean los troncos casi muertos y los hongos se incrustan en ellos para darles una forma especial.
- Parece una escalera. Se puede subir como si fueran peldaños.- Apuntó alguien. - No creo que aguante.- contestó asustado Koldo y nos invitó rápidamente a seguir viaje. Hay plantas que se comen y saben a ajo, otras están pegajosas porque a ellas se quedan coladas los mosquitos que le servirán de alimento. Hay roedores que se esconden al pie del camino, hay plumas de pájaros que indican que alguien fue comido y otro se llevó un buen festín.  Hay ginetas pero también el mamífero  más característico del hayedo: la marta. Por fortuna no la hemos visto comiendo su manjar preferido: la ardilla.  Si hemos visto los restos de pelo en sus deposiciones, preciosamente conservadas y visionadas, gracias a la lupa de fondo rojo de Koldo. .-Ha comido un roedor y semillas.- Aquí podéis verlas perfectamente.- dijo.  Yo pensaba en una cámara nocturna grabando a todos aquellos animales paseándose de aquí para allá, persiguiéndose y  comiéndose unos a otros. Hay caídas de agua que ni un afamado  interiorista podría haberlas diseñado mejor. Hay ardillas que parten las avellanas dejando un semicírculo perfecto. El único sonido, el de los pájaros. Koldo los reconoce todos y los reinterpreta fielmente. En esta explosión de vida y naturaleza entristece saber que cada cambio humano va a influir en la fauna y la flora. Plantar centeno y trigo en lugares en que no había estos cultivos atrae a un tipo de pájaros que antes no vivían aquí, y se tendrán que ir otros, como los gorriones.  “Lo esencial es invisible a los ojos” se lee en la camiseta de Koldo. La frase de Saint Exupèry  es  el lema de su empresa. La miro frente a mí, mientras caminamos, y luego miro a los lados y al cielo y pienso que en ese momento lo esencial si es visible.