miércoles, 15 de julio de 2015

Marilúa y el miedo

El olor a naftalina del armario tenía un poder narcotizante que moldeaba el ritmo de los pensamientos. Marilúa lo había experimentado  la primera noche que durmió dentro. Ese día   habían asesinado a Olof Palme en plena calle.  En algún lugar del mundo buscaban al autor del tiroteo  que había huido del lugar del crimen. Marilúa lo vio en televisión al anochecer. 
Interrumpieron los dibujos para dar la noticia. Enseguida supo   que ese monstruo asesino se había escondido  debajo de su cama.  Fue esa misma noche cuando se trasladó a dormir al armario y desde allí lo oía respirar como si fuera una flauta desvencijada.   Marilúa nunca se atrevió a confesar  al servicio secreto que el asesino que buscaban tan insistentemente estaba debajo de su cama porque  el armario, finalmente, se había convertido en algo deseable, en un proyector de sueños. Nunca apareció el asesino de Olof Palme. Fue uno de los grandes  crímenes sin resolver. Sólo Marilúa sabía que aquel monstruo asesino  seguía agazapado pegado al somier de aquella cama que hacía unos años habían trasladado a la casa de campo.

viernes, 10 de julio de 2015

Sobre Raíles: Oradour Sur Glane. Francia


No es un lugar de turismo típico o referente espacio de ocio. Se trata de un encuentro con el pasado, con el  exterminio nazi  para que su recuerdo impida que  hechos similares vuelvan a repetirse. Francia invita a una memoria permanente de la Segunda Guerra Mundial con espacios que recuerdan a sus muertos en cada plaza de pueblo y en cada cementerio. No se pueden recorrer muchos kilómetros del país galo sin tropezarse con un monumento recubierto de flores y de nombres de antiguos combatientes. A veces, incluso, se alinean los monolitos conmemorativos de la primera y segunda guerra mundial.   
Oradour Sur Glane es un caso especial y único en la Europa Occidental. No es exclusivo un pueblo enteramente destruido por las fuerzas alemanas pero si la conservación intacta para convertirlo en inmenso museo a la memoria de la atrocidad de la guerra.

Todo comienza un 10 de junio de 1944 a las dos del mediodía. Oradur Sur Glane, población media situada a 22 kilómetros de Limoges, vive una animada y soleada mañana de sábado. Ningún presentimiento podía enturbiar esa quietud. Los niños acababan de ir a clase, las familias tomaban el café tardío tras el almuerzo y de repente se oye el ruído de un motor. Seguramente alguien mirando por la ventana dice simplemente:-mira, un alemán.- Pero no era el único, otros le siguen, un coche blindado, dos... cinco, seis, un camión, tres.... diez camiones .... se estacionan en puntos estratégicos del pueblo. Los vecinos se asoman a puertas y ventanas, se dan cuenta de que vienen con trajes de guerra, cascos, botas, uniformes de camuflaje en caqui y marrón. -¿Qué está pasando?- Se preguntan. No se muestran inquietos, pese a la guerra reinante en el país, Oradour era un pueblo tranquilo y sin importancia estratégica del centro de Francia. Por eso casi nadie pensaba en huir, aunque enseguida el pueblo fue rodeado completamente por coches y soldados. Entonces suena la alarma. Todos deben reunirse en la plaza mayor, al mismo tiempo las patrullas entran en las casas e inspeccionan cada rincón. Hombres, mujeres, niños, viejos, no hay excepción. Los escolares, dóciles, se dejan llevar en fila, todos menos uno: el pequeño Lorrain de ocho años se esconde en el jardín y se convierte en el único que se salvó de los 206 niños que había en el colegio de Oradour. Una vez el grupo formado empiezan las separaciones : por un lado las mujeres, y los niños por el otro los hombres. Las mujeres se sintieron confiadas al verse conducidas junto a los niños hacia la iglesia. –“la casa de Dios y de la paz”, nada malo les podría pasar allí- pensaban. Tras una hora los S.S. reagrupan a los hombres en granjas en donde va a comenzar el drama.

            Desde la iglesia las mujeres escuchan el ruido de las metralletas. Sólo entenderán el horror de la masacre. Las armas automáticas tiran directamente sobre los hombres alineados en varias filas y algunos, todavía vivos, caen sobre la paja en donde serán inmediatamente quemados para continuar con su terrible agonía. Cinco hombres, sin embargo, escaparán vivos de este infierno. Todos simulan estar muertos desde la primera bala para luego arrastrarse hasta una esquina de la granja, correr hacia el campo y esperar la oscuridad de la noche. En la iglesia, tras largas horas de angustia e incertidumbre las mujeres ven abrir las puertas y piensan en su libertad. Entran dos alemanes, cierran la puerta tras ellos y colocan una enorme caja con varias mechas encima del altar. Luego les prenden fuego e inmediatamente abandonan la iglesia. Basta medio minuto para oír una gran explosión. Los niños se abrazan a sus madres -¡vamos a morir asfixiados, quemados!- Todos intentan escalar por la pared. Imposible, los torturadores están en el exterior y tirotean la iglesia a través de las ventanas. Mujeres y niños caen unos sobre otros.  La tragedia llega a su fin, pero todavía queda un último paso: es necesario esconder estas víctimas del nazismo. Los soldados vuelven para reagrupar los cuerpos alrededor de los bancos y sillas y les prenden fuego. Al mismo tiempo, fuera de la iglesia, los hombres de la tercera compañía de las S.S. fusilaban todavía a gente en los campos y los lanzaban a los pozos.  Para terminar, incendio general en todo el pueblo. Desde esta tarde clara hasta el anochecer se pudo ver en el cielo una inmensa columna de humo y de llamas. Oradour Sur Glane se transformaba en cenizas.

Madame Rouffanche, única superviviente de la iglesia.
Madame Rouffanche fue la única persona que pudo escaparse de la matanza de la iglesia. Su suerte de debió a la gran confusión creada entre las víctimas y a una pequeña escalera que le permitió subir hasta una ventana de la iglesia. Tras una caída de tres metros, Madame Rouffranche se dio cuenta de que era seguida por una mujer que tenía a su bebé en brazos. Ambas comenzaron a correr campo a través pero enseguida empezaron a dispararles con metralletas. La mujer y el bebé murieron en el acto y Madame Rouffranche resultó herida. Pese a estar lesionada logró esconderse entre las plantas de un jardín y solamente fue rescatada a las cinco de la tarde del día siguiente. Esta mujer representó uno de los pocos testimonios que pudieron dar fe de la masacre.

Cinco hombres sobrevivieron de la granja Laudy
Sólo cinco hombres se escaparon de la muerte segura. Después de haber sorteado las balas (aunque tres de ellos fueron heridos) tuvieron que escapar de las llamas. Su calvario duró más de tres horas. Eran Broussadier, Darthout, Borie, Roby y Hebras. La memoria de esta masacre ha durado hasta su muerte. Otros pudieron escapar porque no se encontraban ese día en el pueblo. En cualquier caso lo perdieron todo: su familia, su casa, sus recuerdos. 

Los torturadores


Los hombres que participaron en la matanza pertenecían a la tercera compañía del regimiento de las S. S. “Der Führer”. El General Lammerding, conocido ya por  dar la orden de colgar a 99 resistentes de la ciudad de Tulle un día antes, ideó toda la masacre.  Al parecer la ejecución de las mujeres y los niños no estaba prevista en el plan inicial. El comandante Dickman, el capitán Kahn y el lugarteniete Barth dirigieron la operación desde el propio campo.

¿Qué ha sido de ellos?
El General Lammerding, a pesar de haber sido condenado a muerte por rebeldía, llevó una vida tranquila en Düsserldorf y murió en 1971.
El comandante Dickman murió varios días después del drama en el rente de Normandía.
El capitán Kahn fue dado por desaparecido
El lugarteniente Barth fue condenado a cadena perpetua en 1983 en Berlin este.
Los otros participantes en la masacre obtuvieron la amnistía en el juicio de Burdeos de 1953.