El porqué del mundo II
- Siéntate, siéntate- le decía
Maríalua a su madre cuando tenía tres años. Quería que le enseñara a leer. La
madre siempre decía – cuando sepas leer se te abrirá un mundo inmenso delante
tuya.-
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Cielo en Madrid |
Y Marilúa
quería, ya con tres años, entrar en ese mundo. Los ojos no le llegaban para
mirar la vida. Las letras se le amontonaban todas en su cabeza y no conseguía
ordenarlas. Con esta constancia no le costó nada unir las palabras, que ya
conocía, a los símbolos. Cada frase que conseguía leer era una parte de este
mundo que estaba empezando a conquistar. Lupe le había dicho que para
comprender lo escrito había que ordenar los miles de ositos de gominolas de
colores que teníamos en la cabeza. Eran
de colores distintos y estaban desordenados. Una vez que se junten los azules
con los azules, los verdes con los verdes, los podremos conocer. Cada palabra
son un conjunto de ositos de colores. Cuando Marilúa entendió todas las letras, todas las palabras y luego todas las frases, se pasaba las tardes leyendo. Era
la que mejor leía en su clase y la que más rápido escribía las frases. En
papeles de colores la profesora colocaba frases. Para mejorar la caligrafía
había que repetir cuatro veces cada una. Marilua se cansaba siempre en la tercera línea,
se cansaba de la frase. La dejaba a medias y empezaba otra. Por eso, en su
cajón se amontonaban las frases inacabadas, las filas perfectamente
caligrafiadas a la mitad. Un día la descubrieron , del cajón de Marilúa
empezaron a salir trozos de papeles
medio escritos. Los tuvo que terminar uno por uno. Aún así no entendía porqué todo en la vida había que terminarlo. La profesora, la señorita Consuelo,
decía una y otra vez:
-
No se pueden dejar las cosas a
medias Marilúa.-
-
Y porqué no?
-
Porque cuando se empieza algo hay
que acabarlo
-
Y porqué- repetía Marilúa- si me
aburro acabando las cosas
- Pues tienes que hacer un esfuerzo.
Esa era la palabra final de la señorita Consuelo. Todo había que hacerlo con
esfuerzo. Aún así Marilúa ya sabía que sólo disfrutaba empezando proyectos pero nunca acabándolos. Su mundo sería siempre una fila de puntos suspensivos...
Me gusta mucho tu historia, Lourdes. Y yo me sumo a la queja de Marilúa: ¿por qué tiene que acabar las cosas si lo que realmente le gusta es empezarlas?. Bicosss
ResponderEliminarGracias Luisa, hay algunas normas sociales y culturales que ha veces nos hacen un poco más difícil la vida. Muchas gracias por leerlo. Gracias. un abrazo
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