sábado, 18 de enero de 2014

Lo más triste de esta historia es que es real.

Todo comienza un 10 de junio de 1944 a las dos del mediodía. Oradur Sur Glane, población media situada a 22 kilómetros de Limoges, (Francia).




     Es  una animada y soleada mañana de Sábado. Ningún presentimiento podía enturbiar esa quietud. Los niños acababan de ir a clase, las familias tomaban el café tardío tras el almuerzo y de repente se oye el ruído de un motor. Seguramente alguien mirando por la ventana dice simplemente:-mira, un alemán.- Pero no era el único, otros le siguen, un coche blindado, dos... cinco, seis, un camión, tres.... diez camiones .... se estacionan en puntos estratégicos del pueblo. Los vecinos se asoman a puertas y ventanas, se dan cuenta de que vienen con trajes de guerra, cascos, botas, uniformes de camuflaje en caqui y marrón. -¿Qué está pasando?- Se preguntan. No se muestran inquietos, pese a la guerra reinante en el país, Oradour era un pueblo tranquilo y sin importancia estratégica del centro de Francia. Por eso casi nadie pensaba en huir, aunque enseguida el pueblo fue rodeado completamente por coches y soldados. Entonces suena la alarma. Todos deben reunirse en la plaza mayor, al mismo tiempo las patrullas entran en las casas e inspeccionan cada rincón. Hombres, mujeres, niños, viejos, no hay excepción. Los escolares, dóciles, se dejan llevar en fila, todos menos uno: el pequeño Lorrain de ocho años se esconde en el jardín y se convierte en el único que se salvó de los 206 niños que había en el colegio de Oradour. Una vez el grupo formado empiezan las separaciones : por un lado las mujeres, y los niños por el otro los hombres. Las mujeres se sintieron confiadas al verse conducidas junto a los niños hacia la iglesia. –“la casa de Dios y de la paz”, nada malo les podría pasar allí- pensaban. Tras una hora los S.S. reagrupan a los hombres en granjas en donde va a comenzar el drama.

            Desde la iglesia las mujeres escuchan el ruído de las metralletas. Sólo entenderán el horror de la masacre. Las armas automáticas tiran directamente sobre los hombres alineados en varias filas y algunos, todavía vivos, caen sobre la paja en donde serán inmediatamente quemados para continuar con su terrible agonía. Cinco hombres, sin embargo, escaparán vivos de este infierno. Todos simulan estar muertos desde la primera bala para luego arrastrarse hasta una esquina de la granja, correr hacia el campo y esperar la oscuridad de la noche. En la iglesia, tras largas horas de angustia e incertidumbre las mujeres ven abrir las puertas y piensan en su libertad. Entran dos alemanes, cierran la puerta tras ellos y colocan una enorme caja con varias mechas encima del altar. Luego les prenden fuego e inmediatamente abandonan la iglesia. Basta medio minuto para oír una gran explosión. Los niños se abrazan a sus madres -¡vamos a morir asfixiados, quemados!- Todos intentan escalar por la pared. Imposible, los torturadores están en el exterior y tirotean la iglesia a través de las ventanas. Mujeres y niños caen unos sobre otros.  La tragedia llega a su fin, pero todavía que un último paso: es necesario esconder estas víctimas del nazismo. Los soldados vuelven para reagrupar los cuerpos alrededor de los bancos y sillas y les prenden fuego. Al mismo tiempo, fuera de la iglesia, los hombres de la tercera compañía de las S.S. fusilaban todavía a gente en los campos y los lanzaban a los pozos.  Para terminar, incendio general en todo el pueblo. Desde esta tarde clara hasta el anochecer se pudo ver en el cielo una inmensa columna de humo y de llamas. Oradour Sur Glane se transformaba en cenizas.

2 comentarios:

  1. "Si Dios no existe todo está permitido", dice un personaje de Dostoiewski. Y Sartre apunta "Aun en el caso de que dios existiera, seguiría todo igual".
    Estas dos citas vienen a mi memoria siempre que leo historias relacionadas con la barbarie nazi. Y en cuanto a tu relato se me plantean sobre todo ante la ingenuidad de las mujeres "confiadas al verse conducidas junto a los niños hacia la iglesia. –“la casa de Dios y de la paz”.
    De tu relato destaco esta anécdota, que llama y fija mi atención como lectora. Y sobre todo porque, frente a la ingenuidad de las mujeres, en "La casa de Dios y de la Paz" se muestra la cruel indiferencia de los soldados alemanes que "colocan una enorme caja con varias mechas sobre el ALTAR". Es la paradoja. Creo que con estos dos pilares ya se podría construir un relato.
    La barbarie nazi es el absurdo, la crueldad más absoluta. Y la realidad, aunque no supera a la fantasía, siempre supera a la ficción "realista".

    Relacionado con el tema que tratas, te dejo un corto, 3 minutos. El unicornio de porcelana, una joyita

    http://youtu.be/cpnyOui9Ygg


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  2. Gracias Shandy, creo que en situaciones difíciles tendemos a conservar nuestra ingenuidad. Seguramente las mujeres nunca se imaginaron el final que les esperaba. El pueblo está hoy en día intacto tal cual lo dejaron los alemanes y andar por sus calles destrozadas y con un silencio cortante es de las experiencias más impresionantes que he vivido. Fue como enfrentarse a lo que somos capaces de hacer , porque estoy convencida que hay muchas pequeñas parcelas nazis por el mundo en estos momentos. Espero que cada vez menos. Precioso el corto del unicornio. El poder de la infancia. Estoy convencida de que en los diez primeros años de nuestra vida está el resto de nuestra existencia. Muchas gracias Shandy. un beso

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