miércoles, 22 de enero de 2014

Ni Manu Leguineche ni Miguel Delibes morirán nunca

    
Fribourg. Suiza. 
Me gustaría haber vivido ese periodismo de Manu Leguineche. Ese periodismo fresco del que trae los zapatos manchados de barro. El periodista paciente que se puede sentar horas a charlar para comprender y luego trasladar el relato de la realidad ajena. El periodista que no se contamina con cifras y con intereses personales o ajenos. Este oficio, que, para mi, es el más maravilloso del mundo, se me está desintegrando como lo hace parte de la sociedad. El periodismo debería tener un único fin: el de contar la vida y el de mejorarla si es posible. Tendría que permitir abrir un hueco a la reflexión pero, sobre todo, al conocimiento.  El oficio periodístico sigue siendo vocacional pero el periodista tiene, también, la mala costumbre de comer y vestirse y estar atado a un sueldo para poder hacerlo.  Cuando un periodista no es libre pierde parte de su sentido… Y se está perdiendo la libertad. A las cadenas que tenemos que soportar de fuera añadimos aquellas con las que nos atamos nosotros mismos. El periodista es un animal orgulloso, y podo dado a la crítica. Esta es una crítica vacía porque poco se puede hacer para cambiar este camino encadenado. Delibes decía que estrenaba el mundo cada mañana. Yo tengo la sensación de que ya me lo han colocado ahí a primera hora y que sólo tengo que seguir el sendero. Con lo poco que me gusta a mi seguir senderos trazados habrá que tomar alguna determinación.  Repasando la vida de Leguineche y su obra añoro ese periodismo de bares, whiskey y cigarros. Sobre todo envidio esa vida de viajes. Decía Leguineche “ el viaje te permite escapar de tu mismidad y de sus costumbres fijas. Hay que oxigenarse, dejar de mirarse al ombligo, acercarse, con modestia, a otras culturas. Y dejar de comparar, que si mi abuela cocina mejor que aquí, que si… No somos los reyes del mambo.”

Lo bueno es que ni Manu Leguineche ni Miguel Delibes morirán nunca. 

2 comentarios:

  1. Leguineche pertenece a una generación de periodistas que vivía la profesión de otro modo. No creo que se trate sólo de que los de ahora tengan que comer y vestirse. Los de antes, también. Pero eran otros tiempos, los medios de comunicación eran otros, también. La inmediatez que permiten las nuevas tecnologías tiene muchas cosas positivas, pero también otras negativas. El corresponsal de guerra tiene que contar, y ya, aunque no salga del hotel y se entere de la información por lo que le digan desde la redacción de su país, como llegó a lamentar el gran Kapuściński.
    Pero de todos modos quiero pensar que ahora y entonces, siempre, hay y habrá grandes periodistas. Aunque no sean de bares, whiskey y cigarros. Pero, como en todos los oficios, los grandes son sólo unos pocos.

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  2. Antes también había periodistas que vivían la profesión de otros modos. Pero ahora hay demasiados que se suben a los altares y el verdadero periodismo está en el suelo. Tu lo has dicho, los corresponsales de guerra se quedan en el hotel, las crónicas políticas se hacen en las redacciones con los comunicados partidistas de los políticos. El periodismo no es directo, la rapidez, el exceso de información está matando a la propia elaboración de la noticia. Por supuesto que hay periodistas buenísimos, pero prefiero ver la parte crítica porque dándonos palmaditas en la espalda y diciendo " que buenos somos" no se avanza.

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