miércoles, 19 de marzo de 2014

Las sardinas siempre miran de lado

Praia das Catedrais. Ribadeo. Lugo
Inés siempre olía a sardinas. Las traía a clase rebozadas,  fritas y apretadas  en su cuaderno de líneas azules. Cuando, a la hora del recreo, se las  comía, en su lugar quedaba una mancha de grasa entre las hojas que borraba todas las líneas. Era el momento de poner a secar el cuaderno al sol para que la capa de grasa se fuera expandiendo por la libreta. Entonces aparecían los mapas del mundo. Jugábamos a descubrir países entre los restos grasosos de las sardinas. Nos ayudaba una bola gigante del mundo con los países coloreados. Siempre encontrábamos a Uganda, con forma de avellana, o Hungría que parecía media salchicha. Rodeábamos con un rotulador negro  los restos de grasa y nos salía un curioso mapamundi. Se mezclaban países de los cinco continentes: un asiático, al lado de un africano y rodeado por un europeo. A los pocos meses  teníamos muchos mundos posibles que guardábamos cuidadosamente en una carpeta. Algún día los visitaríamos todos saltando de un continente a otro según nuestra propia concepción del mundo. A Inés la cambiaron de colegio al año siguiente. Yo, después de 50 años, sigo adorando el olor a sardina frita.  

viernes, 7 de marzo de 2014

Marilúa y el porqué del mundo III. Los elefantes

3.-¿ Qué hay encima de los armarios ?


Londres
Marilúa despertó aquella mañana especialmente tensa. Acababa de soñar que un inmenso elefante la aplastaba. Entonces se acordó de su automagia y se despertó  tranquilamente en su cama. Pero el elefante aplastador la acompañó durante todo el día. La cogía con su trompa y le mostraba el mundo. Ese mundo que estaba demasiado alto para sus ojos. Y casi todo estaba demasiado alto. Marilúa pensó que era una ocasión estupenda para que su elefante aplastador  la llevase encima de los armarios. Era un lugar inexplorado al que nunca podría acceder. Aún subiéndose a la silla más alta nunca alcanzaría la parte más alta de un armario. Varias veces había visto a su madre esconder cosas en su parte más alta. Marilúa pensaba que todo lo que se colocaba encima de un armario de una forma u otra se iba escurriendo poco a poco hasta su interior. A veces había jugado a adivinar si la ropa colgada había entrado por la puerta o se había escurrido desde el techo del armario. Así que se sentó en la trompa del elefante y empezó a mirar su armario.  Sus ojos se abrieron de par en par. Se mantuvo unos minutos observando minuciosamente el contenido. No había un agujero gigante que se tragaba para dentro todo lo que allí se colocaba. Encima del armario había una bicicleta rosa debajo de una manta. La misma bicicleta que había pedido para reyes. Y marilúa entendió muchas cosas en ese momento. Entendió porque los reyes podían transportar en una misma noche millones de juguetes a los niños. Durante todo el año los iban escondiendo encima de los armarios y por eso en la noche de reyes solo tenían que poner en marcha la magia y cambiar los juguetes de sitio. Esa noche Marilúa durmió más tranquila, con muchas respuestas resueltas y dejó que el elefante se marchara para meterse en el sueño de otro niño. 

miércoles, 5 de marzo de 2014

Una oruga bajo la tormenta

Como una oruga dentro de una hoja verde bajo la tormenta. Era uno de los símiles preferidos de Inés. Así se refería al miedo. Si hablaba de esperanza, narraba como la tortuga luchaba por alcanzar el mar tras dejar sus huevos en la arena. Inés daba a todas las emociones y situaciones abstractas de la vida una explicación natural.- Las veterinarias somos asi.- decía.- Todo lo llevamos a nuestro terreno. No hablaba de ocio, sino de que el ser humano debe jugar como lo hacen los animales cuando han comido y procreado.  Yo podía pasar horas escuchando como conectaba los pedos de las vacas con el calentamiento global. No entendía absolutamente nada de lo que me contaba pero me gustaba como sonaban sus palabras.  A ella le gustaba la profundidad, a mi la superficie. Pasé toda mi vida  buscando un lugar común entre estos dos extremos.