lunes, 27 de octubre de 2014

Bajo el agua ...




Hay una  piedra que parece caer sola en el agua formando ondas. Es redonda y  repelente. Insiste en seguir abriéndose hueco en el río hasta caer al fondo. Es  cuadrada y va caminando, despacio, hacia algún lugar  en donde el roce del agua la hará, seguramente, redonda. La erosión del amor es así; como las piedras que se van a vivir al río y se quedan sin aristas. El amor sin aristas es divertido, porque no duele. Pero para conseguir ese amor  tiene que pasar mucha agua por encima. Gotas que tropiezan y se amontonan en los ojos. Caen en algún lugar para erosionar un poco lo que tocan. Tiempo y agua para que se insensibilice el aire. El amor es el sentimiento de la vergüenza porque nadie asegura buscarlo pero todos lo desean en silencio. Si el amor fuera mojarse las manos para coger piedras erosionadas, estaríamos todos  con los dedos tiritando. 
La piedra no cae sola en el agua formando ondas. Alguien la ha tirado  porque las aristas duelen y hay demasiado miedo a que nunca se vuelva redonda.  

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