Seguía
atrapado allí dentro, en su caparazón de caracol. Era de esa clase de hombres
que no se dejaba querer. Yo le acaricié la cara deseándolo hacer el resto de mi
vida. El se escondió, se volvió pequeño, se hizo invisible para mí. Era el
tercer hombre que se me hacía invisible tras una caricia. Empecé a preocuparme.
Quizás debería desviar mi camino y no volver a andar entre caracoles. Eso, o
construirme un caparazón.
jueves, 19 de marzo de 2015
viernes, 6 de marzo de 2015
Mari Lúa y Skinner
Mari Lúa quería leer. En su casa casi no había libros. Las estanterías estaban
ocupadas por perros y vírgenes de porcelana que salían cada año de un camión
gigante que se instalaba en las fiestas
de San Froilán. Sólo había, en una esquina, tirados sin demasiado esmero, tres
libros. Uno de ellos era de color morado. Le sorprendió. – Este debe ser
bonito- pensó. Y empezó a leer. Con ocho años ya leía perfectamente y sentía
verdadero entusiasmo por las palabras. Se sentó, feliz, en el sofá y empezó la lectura:
“Al intentar resolver los problemas que nos afectan en nuestro mundo
actual, espontáneamente echamos mano de aquello que somos capaces de hacer
mejor. Buscamos seguridad, y nuestra seguridad es la ciencia y la tecnología.
Para controlar la explosión demográfica buscamos mejores métodos de control de
la natalidad. Amenazados por la posibilidad de un holocausto nuclear, construimos
mayores fuerzas disuasorias y sistemas misiles antibalísticos. Pretendemos
terminar con el hambre en el mundo mediante nuevos alimentos y mejores métodos
de cultivo.”
Pronto empezaron a atragantarse
palabras: espontáneamente, explosión demográfica, holocausto nuclear,
disuasorias, antibalísticos. Levantó la
vista de la lectura y pensó en acudir al diccionario. Le gustaba buscar
palabras en ese libro gordo en donde siempre encontraba todas las respuestas. Pero
había demasiadas, no terminaría nunca. 192 páginas con 30 palabras por página. Rebuscó más adelante:
“Siempre se puede decir que la
conducta humana es un terreno particularmente difícil.”
Mari Lúa volvió a colocar el
libro en la estantería vacía. En su mente quedó grabada la portada: B.F.
Skinner; Más allá de la libertad y la dignidad. Le dio pena no poder leer un libro tan bonito.
Le dio pena vivir en una casa sin
libros.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)