Mari Lúa quería leer. En su casa casi no había libros. Las estanterías estaban
ocupadas por perros y vírgenes de porcelana que salían cada año de un camión
gigante que se instalaba en las fiestas
de San Froilán. Sólo había, en una esquina, tirados sin demasiado esmero, tres
libros. Uno de ellos era de color morado. Le sorprendió. – Este debe ser
bonito- pensó. Y empezó a leer. Con ocho años ya leía perfectamente y sentía
verdadero entusiasmo por las palabras. Se sentó, feliz, en el sofá y empezó la lectura:
“Al intentar resolver los problemas que nos afectan en nuestro mundo
actual, espontáneamente echamos mano de aquello que somos capaces de hacer
mejor. Buscamos seguridad, y nuestra seguridad es la ciencia y la tecnología.
Para controlar la explosión demográfica buscamos mejores métodos de control de
la natalidad. Amenazados por la posibilidad de un holocausto nuclear, construimos
mayores fuerzas disuasorias y sistemas misiles antibalísticos. Pretendemos
terminar con el hambre en el mundo mediante nuevos alimentos y mejores métodos
de cultivo.”
Pronto empezaron a atragantarse
palabras: espontáneamente, explosión demográfica, holocausto nuclear,
disuasorias, antibalísticos. Levantó la
vista de la lectura y pensó en acudir al diccionario. Le gustaba buscar
palabras en ese libro gordo en donde siempre encontraba todas las respuestas. Pero
había demasiadas, no terminaría nunca. 192 páginas con 30 palabras por página. Rebuscó más adelante:
“Siempre se puede decir que la
conducta humana es un terreno particularmente difícil.”
Mari Lúa volvió a colocar el
libro en la estantería vacía. En su mente quedó grabada la portada: B.F.
Skinner; Más allá de la libertad y la dignidad. Le dio pena no poder leer un libro tan bonito.
Le dio pena vivir en una casa sin
libros.
A mí me dieron un diccionario en la escuela y no lo solté; pero no tenía libros para buscar palabras en el diccionario, así que lo usé como un libro e iba leyendo, un día empezaba por la "R" otro por la "P"...
ResponderEliminarSiempre nos quedamos un poco frustrados en nuestras búsqueda de las palabras.
Yo recuerdo el día que llegó a casa un diccionario enciclopédico. Eran diez tomos llenos de palabras y dibujos. Me emocioné viendo tantas palabras por conocer, me entristecí viendo los dibujos en blanco y negro. A mi siempre me gustó el mundo con muchos y diversos colores. Hemos vivido en un mundo, Tomás, en donde descubrir palabras era divertido. Eso fue una gran suerte.
Eliminar