Los charcos
se vacían cuando saltas doce veces sobre ellos, las piedras pequeñas vuelan
más, cuando les das una patada, que las grandes, los pollos se mueren poco a
poco si les das un baño de agua. Las paredes se quedan de un color amarillo
cuando estrellas huevos contra ellas. La ira se va con la violencia, la rabia
se evapora con el mal pero luego vuelve al cuerpo en forma sólida y ya se queda
para siempre. Aquella navidad, de niño, aprendí este tipo de cosas. Aprendí que
la violencia engendra violencia , que una torta provoca ganas de romper un
cristal. Que la ausencia de la madre provoca ansias de matar , que la soledad
hace a uno enfadarse contra el mundo. Aquella navidad fue la frontera entre el
niño y el adulto. Aquella navidad con la madre muerta y el padre huido creó el
resto de mi vida de una forma diferente.
Microrelato enviado a "Esta noche te cuento" en Diciembre 1012.
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