No necesito más que su dedo posándose sobre él y realizando
círculos acariciadores para que pierda el sentido. Su piel húmeda, caliente
transmite a mi cerebro una reacción. Es como el fuego cuando encuentra un potente
agente de combustión. Pero únicamente su dedo y su aliento cerca de mi boca
pueden provocarme la pequeña muerte instantánea. Siempre esperaba, en ese
momento concreto, mi leve suspiro de
dolor y placer. Hoy podría saborear ese
aliento y reconocer esa piel pese a mi
repentina ceguera. El ha decidido no tocar pieles que tengan los ojos vacíos.
Yo deseo, más que nunca, conocer el estigma máximo del placer del tacto con un
sentido anulado. No obstante sé, que el
estará en otras camas esperando mi jadeo que nunca le darán otras pieles.
Microcuento enviado a "Esta noche te cuento". Diciembre 2012.
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