-Me pone nerviosa tu voz
-¿qué es lo que no te gusta?
- el tono, el timbre, la intensidad de tus palabras,
creo que incluso detesto el contenido. Y digo creo porque a menudo ni te
escucho.
-No es cierto. Estás mintiendo. Nadie miente peor que
una mujer despechada.
-No estoy despechada. Sólo encerrada. No me importa lo
que haces con tu vida. ¿ crees que si me importa? ¿ crees que me ha importado
alguna vez? No te he querido nunca. Lo que pasa es que a ti te gusta creer que
todos te quieren. Pero no es así. Eres un ser impertinente.
-Típica excusa de mujer despechada. En el momento en
el que no eres el centro de atención atacas. Eres como un oso hambriento.
Jajjajaj. O mejor un tigre que saca las uñas y los dientes. Me habrías mordido
ya si no tuvieras una boca pequeña y unos labios casi inexistentes.
- Solía gustarte esta boca. Y solían gustarte estos
labios.
- Tu sí sabes usar las palabras. Solía. Pasado. Hoy mi
única desgracia es estar aquí encerrado contigo.
- Ojalá fuera el camarote del Titanic y no el Costa Concordia. Ojalá fuera otro tiempo…
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