jueves, 16 de abril de 2015

El profesor

La calva del profesor de dibujo era la diana perfecta  para lanzar sobre ella trozos de papel mojados con saliva. Las pequeñas bolas se quedaban pegadas e iban resbalando hasta el cuello antes de que el escuálido  profesor se diera pausadamente la vuelta. Así  ganábamos tiempo para guardar nuestros cañones debajo de la mesa. 
.- ¿Quién ha sido?.- Preguntaba, sabiendo que no iba a tener respuesta.  40 ojos grandes le observaban, ocultando risas e imaginando el momento del  siguiente cañonazo.  Sólo lanzábamos nuestra munición sobre ese hombre enjuto que nos tenía un miedo letal. Pronto  le dispararíamos   las balas de papel directamente a  la cara. Su miedo nos resultaba, entonces,  enormemente atractivo.  Al profesor lo  atropelló un coche a la salida del Instituto. Fue una gran pérdida. No pudimos volver a usar toda nuestra munición.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario