La intención de seguir siendo solo amigos se diluyó al mismo
ritmo que mis pómulos enrojecían. Me lo decías mientras señalabas un saltamontes andando pausadamente sobre uno de tus dedos. Tu mano se posaba en mi pierna. Debajo de esa
piel que tocabas, había autopistas sangrientas en plena ebullición que surtían a un corazón a punto de explotar. El viento seguía metiendo en mi oído tus
palabras. Por eso aplasté el saltamontes con mi mano dejándote la piel roja.
Por eso empecé a correr. Cuando corres se para el tiempo y el futuro deja de existir.
Qué bonito cuentas los sentimientos, Lourdes. Es una historia con tu sello inconfundible. Y vaya imagen la de las autopistas sangrientas que surten un corazón a punto de estallar...Me gusta mucho, Besos.
ResponderEliminarGracias Luisa. Un abrazo
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