Vuelven a ser invisibles las marcas en
su cara. Hasta que pase otro mes. Hasta que el miedo vuelva a transformarse en
piel abrasadora sobre su rostro. Violeta no entiende como alguien que dice
quererla a morir le aplasta la cara contra las plaquetas del suelo. Ya no oye de un oído. Total ¿ para qué? Para
lo que hay que oír. Desde que aprendió a
vivir sólo la vida imaginada de su cabeza, es feliz. Los golpes sólo resuenan y
ennegrecen su piel. Si él supiera que ya nada puede dolerle
dejaría de pegarle. Lástima que Violeta ya no tenga palabras para contárselo.
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